11 de octubre de 2012

Se fiel a tus metáforas



“Un extraño deja de ser extraño cuando se comprende o se hace más claro el desacuerdo o la diferencia que nos separa de él. Pero en tanto el desacuerdo no sea expuesto y se llegue a una relación de seres distintos lo que vendrá será una guerra entre sordos o el meloso romance entre desconocidos a quienes no les interesa saber nada acerca del otro”.
Guillermo Fadanelli
Insolencia. Literatura y mundo, 2012.

 
 
Cuando los extraños mueven, recordé esta frase que repetía constantemente hace unos cuantos meses. “Es una persona cobijada por el miedo, en realidad no sabe darse, por eso, abandona primero”. Así lo había definido. Por qué un extraño mueve, me pregunté.  El extraño deja de serlo cuando lo hemos comprendido, cuando dibujamos claramente su contorno, sus perfiles, cuando lo hemos aprehendido; cuando se contraponen nuestras diferencias, sólo cuando no te es ajeno, es cuando te mueve, o te pesa en la cabeza.

“Comprendí que tu color es indefinido, aunque prefieres detenerte en el gris, color que en realidad, detesto. Tú, siempre tan teatrero, tan triste, tan egoísta. Tan aferrado a rodearte de extraños y seguir siendo uno más de ellos”.

Antes estaba convencida de que el problema tal vez radicaba en querer dejar de ser un extraño; querer ser y significar a ese ajeno. Ahora, sé que lo inevitable y jodido radica en querer seguir siendo un extraño. El mundo está habitado por ellos.

Terminé de chopear mi pan en el té, y me dije, quiero que este chico permanezca. Éste no tiene el letrero colgado diciendo “Y ni estaré” como el otro que prefirió quedarse anclado en casa. Con éste, elegí para no perder, porque me da la gana. La magia, acontece. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario