Él no puede contarles quién soy yo, tampoco podrá explicarles el por qué
de cada una de las cicatrices inyectadas de múltiples colores que se dibujan
sobre mi cuerpo y que me definen.
Dudo mucho que él sepa contarles la historia que alberga cada una de
esas huellas. Mi madre, una de mis mejores amigas, quizá pueda decirles quién
es su hija.
Él fue privado de compartir sus experiencias y sentimientos como hijo,
padre, esposo, amigo, ingeniero, amante del balompié. Fue enseñado, programado,
para desarticularse de su cuerpo y de las sensaciones que éste pudiera sentir
al momento de ver llorar a su hija o al momento de ver sufrir a su esposa.
La única forma en que este satélite, como lo nombro desde hace algunos
años, sabe relacionarse y así reconocerse como ser humano, es a partir de su
desprendimiento de la sustancia que alberga en nuestros cuerpos llamada ternura
y de la adopción de una píldora suministrada llamada valentía.
P.D. Por favor, no te mueras por tratar de ser "hombre".