24 de octubre de 2014

Contramapeando a la familia, de la serie El lugar de las batallas.


Tomé sus memorias extraíbles, sus reliquias, sus recuerdos. Ahora comprendo la batalla que libran cada uno de sus cuerpos, y mientras tanto, pienso en las múltiples historias que me recuento.
A mi satélite, a quien sigo descifrando.
A mi estrella guerrera, llena de energía.
Somos tres en orbita, tres cuerpos de un sistema solar.



Postal 1

Cada una de estas tarjetas de cumpleaños las tengo guardadas, son unas reliquias para mí. Por si no te habías dado cuenta sólo te permitías decirme que me amabas el día de mi cumpleaños o en año nuevo. Sólo ese día tu cuerpo, tus brazos, tu boca, se permitían ser suaves. ¿te has preguntado cuánto pierdes por tratar de hacerte hombre?
Yo prefiero usar todo mi cuerpo para expresar esas dos palabras. 




Postal 2

Ari, tú no lo sabes, pero tu esposo te tiene encapsulada. En esta foto que tomé puedes ver que un pedacito de todo lo que tú eres lo guarda para sí como un tesoro. ¿qué veo ahí? Miro una mujer independiente, quien no tuvo problema en trabajar y ser la proveedora de la casa mientras tu esposo todavía estudiaba y yo, tu única hija era cuidada por Socorro, mi abuela.




Postal 3


Ese día celebrábamos los 15 años de Maru. Son acéfalos. No los recorté yo. Pero siempre fue así, siempre tuve que compartirlos. Nunca fui la única para ustedes, nunca los tuve sólo para mí. Creo que su ausencia me permitió verlos a la distancia y deconstruirlos. Hay actitudes y creencias de ambos que detesto y otras que abrazo. Agradezco el que nunca me hayan impuesto ideas.




Postal 4


Ahí estás Ari, y así como estás procuras ser siempre, una mujer libre, sin ataduras. A pesar de que creciste lavando y cocinando para tus hermanos, tu madre y tu padre, de que no terminaste la preparatoria porque te gustaba más estar echando cascarita en la duela de basquetbol. Aunque te criticaron por poner más atención y dedicación a tu chamba que tanto amabas que al cuidado de tu hija. Mujer valiente, de ti aprendí a elegir.




Postal 5
Estas somos mamá y yo. Arturo nos puso ahí. El sitio en donde estoy yo, en realidad está destinado para él. Esposa y esposo, unidos por esas argollas. Ari no cree en lo designado como lo propio de la mujer. Vendió su anillo de compromiso, quitó la fotografía enmarcada del día de su boda, decidió no lavarle ni plancharle a Arturo. Me identifico con su lucha, por despojarse de ese designio de mujer abnegada.
Ella, no se niega a sí misma. 




Postal 6

En esta foto tampoco apareces. Pero como siempre dejaste tu rastro. Nunca limitaste mis desplazamientos. Solo una vez me pegaste, y desde ese momento jamás volví a pedirte ayuda. Jamás volví a pedirte permiso para nada. 





Postal 7

Aquí estás en París. Fue un viaje largo. Llegaste maravillado pero nunca me contaste mucho de los lugares que conocías. Nunca hablamos mucho. Lo que sabes de mí lo sabes por mi madre. Siempre nuestra mediadora. Me gusta el hecho de ya no tener que recortarme para estar en tu vida.




5 de septiembre de 2014

El lugar de las batallas



El lugar de las batallas.


Pasé por muchas manos y pensamientos cuando apenas media unos 50 o 60 centímetros de largo. En su mayoría estas corporalidades encarnaban lo que todos a mi alrededor llamaban niña o mujer.

A ellas no les molestaba que mis rodillas siempre estuvieran sucias y raspadas; a mis manos les gustaba la textura de la pirinola, las canicas y con ellas arrastraba los carritos por los caminos de gis que pintaba en la azotea.

Ellas un día comprendieron que mi pecho detestaba ser sofocado por los cuellos con grandes olanes y que a mis piernas, ya regordetas, les picaba la crinolina de los vestidos ampones que tanto les gustaban.

Con el tiempo decían que siempre vestía sin que nada en mi combinara.

Nunca obligaron a mis manos a estar en la cocina y que éstas se acostumbraran a las quemaduras provocadas por el aceite incandescente.

Nunca le dijeron a mis piernas ciérralas.
Nunca le dijeron a mi boca cállate, aunque muchas veces no concordaran con lo que de ella salía.
Nunca me señalaron por tener un abdomen amplio y carnoso.

Con los años llegaron unas diminutas grietas irregulares cerca de mis ojos, mechones blancos en la cabeza y unos ojos que ya no alcanzaban a ver más allá de la nariz.

Aprendí a elegir. Aprendí a desplazarme con los otros cuerpos y conmigo misma.

Elegí recorrer las superficies que me conforman y saber qué me provocaba placer o dolor. Aprendí a decir no me gusta cómo se siente, prefiero esto…

Elegí inscribir improntas inyectadas de color en mis brazos, espalda y piernas porque significan quién soy y por qué soy como soy. Elegí recordármelo todos los días, sin importar que por ello me tacharan de vándala, loca, perdida o machorra. Aprendí a no ser bonita.

Elegí desplazarme e irrumpir en espacios construidos y destinados para los hombres; y mis puños sintieron el peso de los guantes de box, sintieron la libertad de golpear y defenderse, ahí, mis pies aprendieron a bailar y a esquivar.

Aprendí a elegir y eso me permitió reconocerme, sentirme, confrontarme, padecerme, aceptarme y amarme.

Aprendí el significado de lo que represento, me llaman cuerpo.

25 de agosto de 2014

Lo que tenemos y lo que deseamos. De la serie ● Anatomía de un satélite ● ●

Siempre compartidos. 1993, Archivo fotográfico de mi satélite.


Él no puede contarles quién soy yo, tampoco podrá explicarles el por qué de cada una de las cicatrices inyectadas de múltiples colores que se dibujan sobre mi cuerpo y que me definen.
Dudo mucho que él sepa contarles la historia que alberga cada una de esas huellas. Mi madre, una de mis mejores amigas, quizá pueda decirles quién es su hija.
Él fue privado de compartir sus experiencias y sentimientos como hijo, padre, esposo, amigo, ingeniero, amante del balompié. Fue enseñado, programado, para desarticularse de su cuerpo y de las sensaciones que éste pudiera sentir al momento de ver llorar a su hija o al momento de ver sufrir a su esposa.
La única forma en que este satélite, como lo nombro desde hace algunos años, sabe relacionarse y así reconocerse como ser humano, es a partir de su desprendimiento de la sustancia que alberga en nuestros cuerpos llamada ternura y de la adopción de una píldora suministrada llamada valentía.
P.D. Por favor, no te mueras por tratar de ser "hombre". 



7 de julio de 2014

Sonrisa tropical, de la serie "Postales sonoras"


Sonrisa tropical
@evekamikaze
Diseño de audio:@audiobrain

Llegué aquí a causa de una deriva, la cual pudiera parecerle a muchos un sueño. Algunos me llaman bruja, algunos otros loca, no todos creen cómo llegué hasta este pedacito de tierra en donde el mar, afortunadamente, no es un gran copo de nieve.

Mientras estaba tumbada entre los bloques gélidos, un rayo partió la gran placa en la que viajaba, y ahí, a lo lejos, vi a aquella mujer con ojos grandes y rasgados, su piel era diferente a la mía, era húmeda y color canela; entre sus manos sostenía un caracol en el ombligo de su oreja, paralizada podía leer lo que sus labios carnosos me susurraban a la distancia.



<<No temas al naufragio

  El retorno no es seguro

  Allá no hay campos de hielo,

  Trépate a un témpano, e imagina qué hay detrás de esta constante obscuridad

  Llegarás a donde el sol sí se esconde tras el mar y no porque esté cansado

  Donde ver el horizonte es un acto de magia>>

El caracol, soplaba.

El agua tibia tocaba mis pies, y la sangre entre las garras había desaparecido, el frío no podía ya tocarme. La luna color miel encendía la sábana apaciguada, caminé un rato por la orilla. Mi piel estaba mojada, el sabor del viento era salado, por fin, mi sonrisa tenía la temperatura perfecta, tropical.