29 de octubre de 2012

La rueda [de la serie Postales]

Luna llena. Octubre 2012. © Eve Alcalá


Espectros. Octubre 2012. © Eve Alcalá



Es relativamente reciente mi gusto por los desplazamientos en bicicleta. Tal vez un par de años. La uso para llegar a mi trabajo, pero me he descubierto disfrutarla más cuando no llevo rumbo.

El sábado fui por tercera vez al paseo nocturno en la ciudad, iba molida pues un día antes pedalee toda la tarde. Como era de esperarse me encontré con ruedas de todos colores y tamaños; algunas torpes, otras lentas, y otras tantas intrépidas. Estando parada entre brujas sobre escobas rodantes, una sexy conejita de rabito blanco con su tierno y horrible pug en la canasta, y San Juditas Tadeos presumiendo flamantes bicicletas armadas: me sentí invadida. Odié frenar una y otra vez cuando algún fantasma frenaba en seco o cuando todos los integrantes de un convoy amainaban el ritmo para esperar al que se había quedado atrás.  Tal vez ya somos demasiados, tal vez no tenemos la paciencia frente al que lo hace por primera vez, tal vez montar la bicicleta no signifique para ellos lo que significa para mí. Tal vez ese tipo de paseos no es ya para mí.

Recordé a mi abuelo perdido durante horas montado en su Benotto. Lo recordé dando vueltas alrededor del parque Plutarco Elías Calles, lo recordé sentado con sus amigos disfrutando los interminables partidos de béisbol. Lo recordé tan lejano de los problemas y preocupaciones; lejos, sonriente y libre.  Tal vez ese es el rodar que me gusta a mí también; el que te mantiene con vida, sin frenos. El que te permite descubrir nuevos olores, colores, nuevas fachadas, en el que percibes la caída de las hojas de los árboles, el que te descubre un otoño (siempre tan distinto y renovado).











24 de octubre de 2012

Son y no son al mismo tiempo



Lo primero que pierde valor en una persona desleal son sus palabras: nadie le cree.
Guillermo Fadanelli
Insolencia, 2012.


"Existes porque te nombro". Octubre 2012. © Eve Alcalá

Durante las últimas semanas las palabras padre, extraño, ausencia, te quiero, estar, no estar, escuchar, ver, reconocer, reparar, comprender, avanzar, conversar, pasión, gana; han adquirido sentidos diferentes; me continúan revelando quién soy, lo que fui, y lo que quiero ser.

Además, Insolencia, de Fadanelli, me ha dado unos buenos macanazos y a la vez un buen sabor de boca.

Las palabras, como los hombres, son y no son al mismo tiempo. .. ¿Qué se puede preguntar con palabras? ¿Qué valor tienen las respuestas que se dan con palabras y no con la veracidad de la vida humana…?  Muy poco.

Procuro, en verdad me esfuerzo, por alcanzar la vida que quiero. Ensayo todos los días a través de mi experiencia ser congruente con mis palabras y acciones (aunque éstas últimas parezcan ante los ojos de los demás ser una locura) Soy de esas que se la juega en lo que dice...quien se juega el pellejo en su palabra. Procuro ser de esas; de las que *accionan.su.palabra*.



11 de octubre de 2012

Se fiel a tus metáforas



“Un extraño deja de ser extraño cuando se comprende o se hace más claro el desacuerdo o la diferencia que nos separa de él. Pero en tanto el desacuerdo no sea expuesto y se llegue a una relación de seres distintos lo que vendrá será una guerra entre sordos o el meloso romance entre desconocidos a quienes no les interesa saber nada acerca del otro”.
Guillermo Fadanelli
Insolencia. Literatura y mundo, 2012.

 
 
Cuando los extraños mueven, recordé esta frase que repetía constantemente hace unos cuantos meses. “Es una persona cobijada por el miedo, en realidad no sabe darse, por eso, abandona primero”. Así lo había definido. Por qué un extraño mueve, me pregunté.  El extraño deja de serlo cuando lo hemos comprendido, cuando dibujamos claramente su contorno, sus perfiles, cuando lo hemos aprehendido; cuando se contraponen nuestras diferencias, sólo cuando no te es ajeno, es cuando te mueve, o te pesa en la cabeza.

“Comprendí que tu color es indefinido, aunque prefieres detenerte en el gris, color que en realidad, detesto. Tú, siempre tan teatrero, tan triste, tan egoísta. Tan aferrado a rodearte de extraños y seguir siendo uno más de ellos”.

Antes estaba convencida de que el problema tal vez radicaba en querer dejar de ser un extraño; querer ser y significar a ese ajeno. Ahora, sé que lo inevitable y jodido radica en querer seguir siendo un extraño. El mundo está habitado por ellos.

Terminé de chopear mi pan en el té, y me dije, quiero que este chico permanezca. Éste no tiene el letrero colgado diciendo “Y ni estaré” como el otro que prefirió quedarse anclado en casa. Con éste, elegí para no perder, porque me da la gana. La magia, acontece.