18 de junio de 2012

Convulsionar el cuerpo


Sí, estaba encabritada, conmigo. Hace un par de semanas me sentí enojada porque de nueva cuenta había tenido la sensación de estar estancada. Fue como voltear atrás y verme a mí misma saliendo del fango. Sentí un derrumbe, pero en esta ocasión los daños fueron distintos.  No me reventaron la boca y tampoco me habían tirado un gancho al hígado. Esta vez sólo fue un empujoncito. Me daba coraje sentirme enojada, de nuevo. Tuve miedo de regresar a ese sentimiento, a la ira, al coraje.

Caminaba bajo la lluvia en la Alameda (ese amado parque que inspiró la creación del famoso Central Park de Nueva York), veía el carrusel, al que nunca nos subimos, y me decía: “No está bien sentir esto de nuevo. No está bien”.
Estos pensamientos y emociones tiendo a reprimirlos, o les encuentro una careta más amable. Ese domingo amedrentaron fuerte contra mi cuerpo. No pude acallarlos, ni evadirlos, ni maquillarlos. Mi cuerpo bajó sus defensas, ningún órgano se censuró. Me dejé abrazar, les di la bienvenida.
Ahí estaba, en el abismo. Me vi en el fondo, y a diferencia de la última vez que me observé en la misma posición, cuando volteé hacia arriba, no vi a nadie. Por fin, estaba sola.

A la ira y el coraje, los acogí. Comprendí que no estoy mal por sentirlos de nuevo. Caí, pero no regresé a tocar la puerta a la que echaron tres candados hace dos primaveras. Ni ganas de buscar y mucho menos darle la bienvenida, invitarlo a comer, perdón, pero ni en sueños.
A lo injusto, cobarde y culero no le doy la mano dos veces (de repente pienso: “maldita hermenéutica ¿qué será del otro lado?).

Cada vez me convenzo más de que es necesario convulsionar el cuerpo para mejorar. Y muchos podrán pensar que estoy mal por sentir eso de nuevo; que tal vez eso signifique estar enganchada de alguna manera; o que ya tomé demasiado tiempo y debo empezar una relación. A todos ellos yo les pinto “guevos”. Y pienso, “Einstein, cuanta razón tenías, el tiempo es relativo”. No me desmembraron, me la he pasado bomba y me he dedicado a tirarme y apostarle a cada una de las curvas y pendientes de esta jodona y bella montaña rusa que es la vida. 


Convulsión a larga distancia. Skype Junio 2012. 


**They are in love. Otra canción del sountrack de mi vida. Fue mía hace poco más de un año. Ahora, muchas parejas, buenos amigos míos, la están tarareando (aunque algunos temen tararearla). Sólo sé que nadie debe quedarse con las manos abajo. No es fácil, salir de una relación en donde ambos dejaron de estar desde hace tiempo. Ese feeling, los debe hacer *move away, stay away, befote it´s too late”.

4 de junio de 2012

Trastocada

Billy Bob y Miss Bobbit, dos pequeños de tan sólo trece años desataron de nueva cuenta una emoción que había estado acallando.

"Ha llovido copiosamente desde el lunes, una lluvia de verano atravesada por el sol y de noche por la oscuridad, llena de ruidos, hojas que caen, chimeneas que chorrean agua, postigos insomnes. Billy Bob está muy alerta; aunque no ha llorado, hace todo de un modo frío y tiene la lengua más tiesa que un badajo. No le fue fácil aceptar la partida de Miss Bobbit, pues ella significaba algo más que tener trece años y estar perdidamente enamorado. Ella era su parte extraña: el árbol de nogal, el gusto por los libros, querer a alguien lo suficiente para dejarse lastimar, las cosas que tenía miedo de mostrar a los demás. En la oscuridad, la música fluía gota a gota entre la lluvia: habrá noches en que la oiremos como si realmente estuviera ahí, y por las tardes, en el momento en que las sombras se confunden, creeremos que pasa frente a nosotros, desplegándose sobre el césped como una cinta."
Truman Capote
Niños en su cumpleaños, 1948.

Este sábado por la tarde mientras llovía, leí este libro un par de veces en unas cuantas horas, y no paré de leer una y otra vez el fragmento citado arriba. Me dije, "Vamos Eve, no puede ser tan malo. Sólo escúpelo. Enúncialo de nuevo. Te lo has callado, no intentes engañarte, eres mala para eso. No es un sentimiento malo, deja de preguntarte por qué, sabes que necesitas hacerlo, tú sabes bien para qué".  Cuando llegué de madrugada a casa saqué mi libretita del año pasado, mi mejor compañera de aquellos tiempos. La tomé en mis manos, busqué el apartado que Billy Bob y Miss Bobbit me habían recordado con tremenda urgencia y bravura. Ahí estaba, trastocada, así los sentí de nuevo. 







Estoy segura de que Miss Bobbit, disfrutoó del helado de tutti-frutti. Sin esperar el camión de las seis.











TRASTOCADA
A los ausentes,
quienes fortuitamente me enriquecen.

~
Micaela comía maravillada una nube esponjosa y dulce de color rosa; desde niña compartía ese delicioso gusto con Ausencia, su abuela.   
Mientras se relamía los dedos, preguntó dudosa, “¿la extrañas?”. Eusebio cerró suavemente los párpados, se acurrucó poco a poco en la banca de madera, y con el acaecer del sol su rostro dibujó una tierna y nostálgica mueca.
“Extraño absolutamente todo lo que provino de ella. No cualquiera puede entender y dar significado a las palabras”, dijo. Eusebio abrió los ojos, apretó la mano de Micaela y continuó. “Tuvimos la fortuna de toparnos, de reconocernos, de aprehendernos. Me dio la oportunidad de saber lo que significan las palabras des\alma\das y las terribles consecuencias que ellas traen consigo. En su capacidad de darse y narrarse hallé historias plagadas de personajes variados, anécdotas magníficas, clímax insospechados, algunos puntos suspensivos, muchos borradores, capítulos completos, y los inevitables finales que acompañan nuestra vida.
Supe que la retórica sólo alberga la distancia, maldita sea, no hay nada más triste y vacío que lo que se enuncia pero carece de sentido y significado, porque no golpea nuestro mundo, sólo se mal\dice y nada en ello es real”. Eusebio, agitado, soltó la mano de Micaela, respiró profundamente y calló por un par de minutos; miraba como el suave y álgido viento de otoño jugaba con las ramas de los higueras. En sus pies, sintió un leve golpecito, se agachó y con la mano temblorosa tomó el carrito rojo que agarraba empuje a través del aire de un globo. “Extraño nuestras epifanías cotidianas, esas que vuelcan el alma con ritmo y cadencia”. Infló el globo amarillo canario, el diminuto carro rojo echó a andar y sonrió.

MÉXICO, D.F., SEPTIEMBRE 2011.

**Nat King Cole cantando en español. A él, no lo detesto. Te quiero, dijiste; Tres palabras; Quizás, quizás, quizás. Son las más dulces declaraciones de amor. Gracias a mi Membrillo por compartirme su lado B.**