5 de septiembre de 2014

El lugar de las batallas



El lugar de las batallas.


Pasé por muchas manos y pensamientos cuando apenas media unos 50 o 60 centímetros de largo. En su mayoría estas corporalidades encarnaban lo que todos a mi alrededor llamaban niña o mujer.

A ellas no les molestaba que mis rodillas siempre estuvieran sucias y raspadas; a mis manos les gustaba la textura de la pirinola, las canicas y con ellas arrastraba los carritos por los caminos de gis que pintaba en la azotea.

Ellas un día comprendieron que mi pecho detestaba ser sofocado por los cuellos con grandes olanes y que a mis piernas, ya regordetas, les picaba la crinolina de los vestidos ampones que tanto les gustaban.

Con el tiempo decían que siempre vestía sin que nada en mi combinara.

Nunca obligaron a mis manos a estar en la cocina y que éstas se acostumbraran a las quemaduras provocadas por el aceite incandescente.

Nunca le dijeron a mis piernas ciérralas.
Nunca le dijeron a mi boca cállate, aunque muchas veces no concordaran con lo que de ella salía.
Nunca me señalaron por tener un abdomen amplio y carnoso.

Con los años llegaron unas diminutas grietas irregulares cerca de mis ojos, mechones blancos en la cabeza y unos ojos que ya no alcanzaban a ver más allá de la nariz.

Aprendí a elegir. Aprendí a desplazarme con los otros cuerpos y conmigo misma.

Elegí recorrer las superficies que me conforman y saber qué me provocaba placer o dolor. Aprendí a decir no me gusta cómo se siente, prefiero esto…

Elegí inscribir improntas inyectadas de color en mis brazos, espalda y piernas porque significan quién soy y por qué soy como soy. Elegí recordármelo todos los días, sin importar que por ello me tacharan de vándala, loca, perdida o machorra. Aprendí a no ser bonita.

Elegí desplazarme e irrumpir en espacios construidos y destinados para los hombres; y mis puños sintieron el peso de los guantes de box, sintieron la libertad de golpear y defenderse, ahí, mis pies aprendieron a bailar y a esquivar.

Aprendí a elegir y eso me permitió reconocerme, sentirme, confrontarme, padecerme, aceptarme y amarme.

Aprendí el significado de lo que represento, me llaman cuerpo.