4 de junio de 2012

Trastocada

Billy Bob y Miss Bobbit, dos pequeños de tan sólo trece años desataron de nueva cuenta una emoción que había estado acallando.

"Ha llovido copiosamente desde el lunes, una lluvia de verano atravesada por el sol y de noche por la oscuridad, llena de ruidos, hojas que caen, chimeneas que chorrean agua, postigos insomnes. Billy Bob está muy alerta; aunque no ha llorado, hace todo de un modo frío y tiene la lengua más tiesa que un badajo. No le fue fácil aceptar la partida de Miss Bobbit, pues ella significaba algo más que tener trece años y estar perdidamente enamorado. Ella era su parte extraña: el árbol de nogal, el gusto por los libros, querer a alguien lo suficiente para dejarse lastimar, las cosas que tenía miedo de mostrar a los demás. En la oscuridad, la música fluía gota a gota entre la lluvia: habrá noches en que la oiremos como si realmente estuviera ahí, y por las tardes, en el momento en que las sombras se confunden, creeremos que pasa frente a nosotros, desplegándose sobre el césped como una cinta."
Truman Capote
Niños en su cumpleaños, 1948.

Este sábado por la tarde mientras llovía, leí este libro un par de veces en unas cuantas horas, y no paré de leer una y otra vez el fragmento citado arriba. Me dije, "Vamos Eve, no puede ser tan malo. Sólo escúpelo. Enúncialo de nuevo. Te lo has callado, no intentes engañarte, eres mala para eso. No es un sentimiento malo, deja de preguntarte por qué, sabes que necesitas hacerlo, tú sabes bien para qué".  Cuando llegué de madrugada a casa saqué mi libretita del año pasado, mi mejor compañera de aquellos tiempos. La tomé en mis manos, busqué el apartado que Billy Bob y Miss Bobbit me habían recordado con tremenda urgencia y bravura. Ahí estaba, trastocada, así los sentí de nuevo. 







Estoy segura de que Miss Bobbit, disfrutoó del helado de tutti-frutti. Sin esperar el camión de las seis.











TRASTOCADA
A los ausentes,
quienes fortuitamente me enriquecen.

~
Micaela comía maravillada una nube esponjosa y dulce de color rosa; desde niña compartía ese delicioso gusto con Ausencia, su abuela.   
Mientras se relamía los dedos, preguntó dudosa, “¿la extrañas?”. Eusebio cerró suavemente los párpados, se acurrucó poco a poco en la banca de madera, y con el acaecer del sol su rostro dibujó una tierna y nostálgica mueca.
“Extraño absolutamente todo lo que provino de ella. No cualquiera puede entender y dar significado a las palabras”, dijo. Eusebio abrió los ojos, apretó la mano de Micaela y continuó. “Tuvimos la fortuna de toparnos, de reconocernos, de aprehendernos. Me dio la oportunidad de saber lo que significan las palabras des\alma\das y las terribles consecuencias que ellas traen consigo. En su capacidad de darse y narrarse hallé historias plagadas de personajes variados, anécdotas magníficas, clímax insospechados, algunos puntos suspensivos, muchos borradores, capítulos completos, y los inevitables finales que acompañan nuestra vida.
Supe que la retórica sólo alberga la distancia, maldita sea, no hay nada más triste y vacío que lo que se enuncia pero carece de sentido y significado, porque no golpea nuestro mundo, sólo se mal\dice y nada en ello es real”. Eusebio, agitado, soltó la mano de Micaela, respiró profundamente y calló por un par de minutos; miraba como el suave y álgido viento de otoño jugaba con las ramas de los higueras. En sus pies, sintió un leve golpecito, se agachó y con la mano temblorosa tomó el carrito rojo que agarraba empuje a través del aire de un globo. “Extraño nuestras epifanías cotidianas, esas que vuelcan el alma con ritmo y cadencia”. Infló el globo amarillo canario, el diminuto carro rojo echó a andar y sonrió.

MÉXICO, D.F., SEPTIEMBRE 2011.

**Nat King Cole cantando en español. A él, no lo detesto. Te quiero, dijiste; Tres palabras; Quizás, quizás, quizás. Son las más dulces declaraciones de amor. Gracias a mi Membrillo por compartirme su lado B.**

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